domingo, julio 22, 2007

Capítulo 19: La cierva plateada


Estaba nevando para cuando Hermione se hizo cargo de la vigilancia a medianoche. Los sueños de Harry habían sido confusos y perturbadores. Nagini entraba y salía de ellos, primero a través de un anillo gigante agrietado, después a través de una corona de Navidad de rosas. Despertó repetidamente, en pleno ataque de pánico, convencido de que alguien le había llamado en la distancia, imaginando que el viento que azotaba la tienda eran ruido de pasos y voces.

Finalmente se levantó en la oscuridad y se unió a Hermione, que estaba acurrucada en la entrada de la tienda leyendo Historia de la Magia a la luz de su varita. La nieve estaba cayendo copiosamente, y ella agradeció con alivio su sugerencia de recoger temprano por la mañana y ponerse en movimiento.

-Iremos a algún sitio más protegido -estuvo de acuerdo, estremeciéndose mientras se ponía un jersey sobre su pijama-. Sigo pensando que puede que haya oído a gente moverse fuera. Incluso creí ver a alguien una o dos veces.

Harry se detuvo en el acto de ponerse un suéter y miró al silencioso e inmóvil Chivatoscopio sobre la mesa.

-Estoy segura de que lo imaginé -dijo Hermione, que parecía nerviosa-. La nieve en la oscuridad, juega malas pasadas a los ojos... Pero quizás deberíamos Desaparecer bajo la Capa de Invisibilidad, solo por si acaso.

Media hora después, con la tienda recogida, Harry llevando el Horrocrux, y Hermione aferrando su bolso de cuentas, se Desaparecieron. La usual estrechez los engulló. Los pies de Harry estaban parcialmente hundidos en el suelo nevado, y momentos después golpeó con fuerza en lo que le pareció tierra congelada cubierta de hojas.

-¿Dónde estamos? -preguntó, escudriñando alrededor hacia una nueva masa de árboles mientras Hermione abría su bolso de cuentas y empezaba a sacar los palos de la tienda.

-El Bosque de Dean -dijo-. Acampé aquí una vez con mamá y papá.

Había nieve posada en los árboles de alrededor y hacía un frío amargo, pero al menos estaban protegidos del viento. Pasaron la mayor parte del día dentro de la tienda, acurrucados en busca de calor alrededor de las útiles llamas de un brillante azul que Hermione era tan hábil en producir, y que podían ser recogidas y llevadas por ahí en una jarra. Harry se sentía como si se estuviera recuperando de una breve pero grave enfermedad, una impresión reforzada por la solicitud con la que Hermione le trataba. Esa tarde nuevos copos de nieve cayeron sobre ellos, haciendo que incluso su claro protegido se cubriera de una nueva capa de nieve en polvo.

Después de dos noches de poco sueño, los sentidos de Harry parecían más alerta de lo normal. Su escapada del Valle de Godric había sido por tan poco que Voldemort parecía de algún modo más cercano que antes, más amenazador. Cuando la oscuridad cayó otra vez Harry rehusó el ofrecimiento de Hermione de quedarse vigilando y le dijo que se fuera a la cama.

Harry llevó un viejo cojín a la entrada de la tienda y se sentó, llevaba puestos todos los jerseys que poseía e incluso así todavía temblaba. La oscuridad se acentuó con el paso de las horas hasta que resultó virtualmente impenetrable. Estaba a punto se sacar el Mapa del Merodeador, para observar el punto de Ginny un rato, cuando recordó que estaban en medio de las vacaciones de navidad y que ella debía estar de vuelta en la Madriguera.

Cada diminuto movimiento parecía magnificado por la inmensidad del bosque. Harry sabía que debía de haber criaturas vivas, pero deseaba que todas permanecieran inmóviles y en silencio para poder separar sus inocentes roces y murmullos de los ruido que podrían proclamar otros movimientos siniestros. Recordaba el sonido del serpenteo de una capa sobre las hojas muertas que había oído hacía años, y una vez creyó haberlo oído de nuevo antes de sacudirse mentalmente a sí mismo. Sus encantamientos protectores habían funcionado durante semanas, ¿por qué iban a fallar ahora? Y aun así no podía sacudirse la sensación de que algo era diferente esta noche.

Varias veces se enderezó de un salto, le dolía el cuello porque se había quedado dormido, derrumbado en un ángulo torpe contra el costado de la tienda. La noche alcanzó tal profundidad de aterciopelada negrura que podría haber estado suspendido en el limbo entre la Desaparición y la Aparición. Acababa de levantar una mano ante su cara para ver si podía distinguir sus dedos cuando ocurrió.

Una brillante luz plateada justo delante de él, moviéndose entre los árboles. Fuera cual fuera la fuente, se estaba moviendo silenciosamente. La luz parecía simplemente vagar hacia él. Saltó sobre sus pies, la voz se le quedó congelada en la garganta, y alzó la varita de Hermione. Entrecerró los ojos cuando la luz se volvió cegadora, los árboles de delante eran solo siluetas negras, y la cosa todavía seguía acercándose...

Y entonces la fuente de luz salió de detrás de un roble. Una cierva plateada, brillante a la luz de la luna y deslumbrante, abriéndose paso por el terreno, todavía silenciosa y sin dejar pisadas en la fina nieve en polvo. Se acercó a él, su hermosa cabeza de ojos grandes y largos se mantenía en alto.

Harry miraba fijamente a la criatura, lleno de maravilla, no por su extrañeza, sino porque sentía una inexplicable familiaridad. Se sentía como si hubiera estado esperando su llegada, pero había olvidado, hasta ese momento, que tenían una cita. Su impulso de llamar a Hermione, que había parecido tan fuerte momentos antes, había desaparecido. Sabía, se habría jugado la vida, que ella había venido por él, y sólo por él.

Se miraron el uno al otro durante largos momentos y entonces la cierva se giró y se alejó.

-No -dijo él, y su voz sonó agrietada por la falta de uso-. ¡Vuelve!

Ella continuó caminando deliberadamente a través de los árboles, y pronto su brillo se vio veteado por los gruesos troncos negos. Durante un tembloroso segundo vaciló. La cautela le murmurba que podía ser un truco, un cebo, una trampa. Pero el instinto, el abrumador instinto, le decía que esto no era Magia Oscura. Comenzó la persecución.

La nieve crujía bajo sus pies, pero la cierva no hacía ningún ruido mientras pasaba a través de los árboles, no era nada más que luz. Le conducían adentrándose más y más en el bosque, y Harry caminaba rápidamente, seguro de que cuando ella se parara, le dejaría aproximarse apropiadamente. Y entonces hablaría y la voz le diría lo que necesitaba saber.

Al fin, se detuvo. Giró su hermosa cabeza hacia él una vez más, y él echó a correr, una pregunta ardía en su interior, pero cuando abrió los labios para pronunciarla, ella se desvaneció.

Aunque la oscuridad se la había tragado del todo, su imagen bruñida estaba todavía impresa en las retinas de Harry; oscurecía su visión, iluminándola cuando bajaba los párpados, desorientándole. Ahora volvía el miedo. La presencia de ella significaba seguridad.

-¡Lummus! -susurró, y la punta de la varita se encendió.

Las impresión de la cierva palidecía con cada parpadeo de sus ojos y se quedó allí de pie, escuchando los sonidos del bosque, los distantes crujidos de ramas, los suaves latigazos de nieve. ¿Estaba a punto de ser atacado? ¿Le había atraído ella a una emboscada? ¿Se estaba imaginando que había algo de pie más allá del alcance de la luz de la varita, observándole?

Sostuvo la varita más alto, nadie corría hacia él, ningún destello de luz verde salió de detrás de un árbol.¿Por qué le había conducido a este lugar?

Algo brillaba a la luz de la varita, y Harry se acercó, pero todo lo que allí había era una pequeña y congelada charca, su agrietada superficie negra brilló cuando alzó aún más alto la varita para examinarla.

Se adelantó cautelosamente y bajó la mirada hasta ella. El hielo reflejaba su sombra distorsionada y el rayo de la varita, pero en lo profundo, bajo el grueso y brumoso caparazón gris, algo más brillaba. Una gran cruz plateada...

El corazón le saltó a la boca. Cayó de rodillas en el borde de la charca e inclinó la varita en un ángulo que inundara el fondo de la charca con tanta luz como fuera posible. Un destello de rojo profundo... Era una espada con relucientes rubíes en la empuñadura... la espada de Gryffindor yacía en el fondo de la charca de un bosque.

Apenas respirando, bajó la mirada. ¿Cómo era esto posible? ¿Cómo podía haber llegado a yacer en una charca del bosque, tan cerca del lugar en el que acampaban? ¿Alguna magia desconocida había arrastrado a Hermione a este lugar, o era la cierva, a la que había tomado por un Patronus, algún tipo de guardián de la charca? ¿O la espada había sido puesta en la charca después de que llegaran, precisamente porque ellos estaban aquí? En cualquier caso, ¿dónde estaba la persona que se la estaba entregando a Harry? De nuevo barrió con la varita los árboles y arbustos circundantes, buscando un humano a la vista, por el rabillo del ojo, pero no pudo ver a nadie. Al mismo tiempo un poco más de miedo fermentó su exitación cuando volvió la atención a la espada que reposaba en el fondo de la charca congelada.

Apuntó la varita hacia la forma plateada y murmuró.

-Accio espada.

No se movió. No había esperado que lo hiciera. Si hubiera sido tan fácil, la espada habría estado tirada en el suelo para que él la recogiera, no en las profundidades de una charca helada. Se paseó alrededor del círculo de hielo, pensando con fuerza en la última vez que la espada se había entregado a sí misma a él. Había estado en un terrible peligro entonces, y había pedido ayuda.

-Ayuda -murmuró, pero la espada permaneció en el fondo de la charca, indiferente, inmóvil.

¿Qué era, se preguntó Harry a sí mismo (paseando de nuevo), lo que le había dicho Dumbledore la última vez que había recuperado la espada? Solo un verdadero Gryffindor podría haber sacado eso del Sombrero. ¿Y cuales eran las cualidades que definían a un Gryffindor? Una vocecita en su cabeza le respondió: Su atrevimiento, nervio, y su valor diferencian a un Gryffindor.

Harry dejó de pasearse y dejó escapar un largo suspiro, su vaporoso aliento se dispersó rápidamente en el aire congelado. Sabía lo que tenía que hacer. Para ser honesto consigo mismo, había pensado en ello desde el momento en que había divisado la espada a través del hielo.

Miró de nuevo a los árboles circundantes, pero estaba convencido de que nadie iba a atacarle. Habían tenido su oportunidad cuando caminaba solo a través del bosque, había habido muchas oportunidades mientras examinaba la charca. La única razón para retrasarlo era que la perspectiva de la acción inmediata era muy poco invitadora.

Con dedos torpes Harry empezó a quitarse las muchas capas de ropa. En cuanto a donde entraba el "valor" en esto, pensó resentido, no estaba muy seguro, a menos que contara como valor que no hubiera llamado a Hermione para hacerlo en su lugar.

Una lechuza ululó en alguna parte mientras se desnudaba, y pensó con una punzada de dolor en Hedwig. Ahora estaba temblando, sus dientes castañeteaban horriblemente, aunque continuó desnudándose hasta que al fin estuvo allí en ropa interior, descalzo en la nieve. Colocó la bolsita que contenía su varita, la carta de su madre, el trozo del espejo de Sirius, y la vieja Snitch encima de su ropa, después señaló con la varita de Hermione al hielo.

-Diffindo.

Se agrietó con un sonido parecido al de disparar una bala en el silencio. La superficie de la charca se rompió y trozos de hielo oscuro se mecieron sobre el agua se ondeaba. Por lo que Harry podía juzgar, no era profunda, pero para recuperar la espada tendría que sumergirse completamente.

Contemplar la tarea venidera no la haría más fácil o calentaría más el agua. Se acercó al borde de la charca y colocó la varita de Hermione en el suelo, todavía encendida. Después, intentando no imaginar el frío que estaba a punto de experimentar o lo violentamente que temblaría, saltó.

Cada poro de su cuerpo gritó en protesta. El mismo aire de sus pulmones pareció congelarse y volverse sólido cuando se sumergió hasta los hombros en agua congelada. A penas podía respirar; temblaba tan violentamente que el agua lamía los bordes de la charca, tanteó la hoja con su pie entumecido. Quería sumergirse solo una vez.

Calculó el momento de la inmersión total segundo a segundo, jadeando y temblando, hasta que se dijo a sí mismo que debía hacerse, reunió todo su coraje, y se sumergió. El frío era una agonía. Le atacaba como fuego. Su mismo cerebro parecía haberse congelado mientras empujaba a través del agua oscura hacia el fondo y extendía la mano, buscando la espada. Sus dedos se cerraron sobre la empuñadura, tiró hacia arriba.

Entonces algo se cerró firmemente alrededor de su cuello. Pensó que eran algas aunque nada le había rozado cuando se sumergió, y alzó la mano vacía para liberarse. No eran algas. La cadena del Horrocrux se había apretado y estaba apretando lentamente su tráquea.

Harry pateó salvajemente, intentando impulsarse de vuelta a la superficie, pero solo consiguió impulsarse contra el lado rocoso de la charca. Agitándose, ahogándose, asió la cadena estranguladora, sus dedos congelados fueron incapaces de soltarla, y ahora había luces estallando en su cabeza, e iba a ahogarse, no había nada, nada que pudiera hacer, y los brazos que se cerraban alrdedor de su pecho seguramente eran de motigafos...

Tosiendo y vomitando, empapado y más frío de lo que había estado nunca en su vida, se derrumbó bocabajo en la nieve. En alguna parte, cerca, otra persona jadeaba, tosía y se tambaleaba. Hermione había venido de nuevo al rescate, como había hecho cuando el ataque... Aunque no parecía ella, no con esas toses profundas, ni a juzgar por el peso de las pisadas.

Harry no tenía fuerzas para alzar la cabeza y averiguar la identidad de su salvador. Todo lo que pudo alzar fue una mano temblorosa hasta su garganta y palpar el lugar donde el guardapelo había cortado firmemente su carne. Había desaparecido. Alguien se lo había cortado. Entonces una voz jadeande habló sobre su cabeza.

-¿Estas... loco?

Nada excepto la sorpresa de oir esa voz podría haber dado a Harry las fuerzas necesarias para levantarse. Temblando violentamente, se puso en pie tambaleante. Allí ante él estaba Ron, completamente vestido pero empapado del todo, con el pelo aplastado sobre la cara, la espada de Gryffindor en una mano y el Horrocrux colgando de su cadera rota en la otra.

-¿Por qué demonios -jadeó Ron, sujetando en alto el Horrocrux, que se balanceaba adelante y atrás en la corta cadena en una especie de parodia de hipnosis- no te quitaste esta cosa antes de sumergirte?

Harry no podía responder. La cierva plateada no había sido nada, nada, comparado con la aparición de Ron, no podía creérselo. Temblando de frío, cogió la pila de ropa que todavía yacía al borde del agua y empezó a ponérsela. Mientras se pasaba jersey tras jersey sobre la cabeza, Harry miraba a Ron, medio esperando que hubiera desaparecido cada vez que le perdía de vista, aunque tenía que ser real. Acababa de tirarse a la charca, había salvado la vida de Harry.

-¿Eras t-tú? -dijo Harry al fin, sus dientes castañeteaban, su voz era más débil de lo habitual dada su casi-estrangulación.

-Bueno, si -dijo Ron, ligeramente confuso.

-¿Tú lanzaste esa cierva?

-¿Qué? ¡No, por supuesto que no! ¡Yo creía que habías sido tú!

-Mi patronus es un ciervo.

-Oh, si. Pensé que parecía diferente. Sin cornamenta.

Harry se puso la bolsita de Hagrid alrededor del cuello, poniéndose un último jersey, acercándose a recoger la varita de Hermione, y enfrentándose de nuevo a Ron.

-¿Cómo es que estás aquí?

Aparentemente Ron había esperado que ese punto se tocara más adelante, si es que se tocaba.

-Bueno, yo... ya sabes... he vuelto. Si... -Se aclaró la garganta-. Ya sabes. Si todavía me queréis aquí.

Hubo una pausa, en la cual el tema de la partida de Ron pareció alzarse como una pared entre ellos. Aunque estaba aquí. Había vuelto. Acababa de salvar la vida de Harry.

Ron bajó la mirada a sus manos. Pareció momentáneamente sorprendido al ver las cosas que sujetada.

-Oh, si, saqué esto, -dijo, bastante innecesariamente, alzando la espada para que Harry la inspeccionara-. ¿Saltaste por esto... verdad?

-Si -dijo Harry-. Pero no lo entiendo. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo nos encontraste?

-Es una larga historia -dijo Ron-. Os he estado buscando durante horas, es un bosque grande, ¿verdad? Y justo estaba pensando en que iba a tener que dormir bajo un árbol y esperar a la mañana cuando vi a la cierva y la seguí.

-¿No viste a nadie más?

-No -dijo Ron- Yo...

Pero vaciló, mirando a dos árboles que crecían cerca el uno del otro a algunas yardas de distancia.

-Creo que vi algo moverse allí, pero estaba corriendo hacia la charca en ese momento, porque habías entrado pero no salías, así que no iba a hacer un desvío para... ¡ey!

Harry ya estaba corriendo hacia el lugar que Ron había señalado. Los dos robles crecían bastante juntos, había un hueco de solo unos centímetros entre los troncos al nivel de los ojos, un lugar ideal para ver sin ser visto. La tierra alrededor de las raíces, sin embargo,estaba libre de nieve, y Harry pudo ver que no había ninguna señal de pisadas. Volvió adonde estaba Ron esperando, todavía sujetando la espada y el Horrocrux.

-¿Hay algo? -preguntó Ron.

-No -dijo Harry.

-¿Entonces, que hacía la espada en esa charca?

-Quienquiera que lanzara el Patronus debe haberla puesto ahí.

Ambos miraron a la ornamentada espada de plata, su empuñadura de rubíes brillaba un poco a la luz de la varita de Hermione.

-¿Crees que es la auténtica? -preguntó Ron.

-Hay una forma de averiguarlo, ¿verdad? -dijo Harry.

El Horrocrux todavía se balanceaba en la mano de Ron. El guardapelo se sacudía ligeramente. Harry sabía que la cosa de dentro estaba de nuevo agitada. Había sentido la presencia de la espada y había intentado matar a Harry antes que dejarle poseerla. Ahora no había tiempo para largas discusiones; era el momento de destruir al guardapelo de una vez y para siempre. Harry miró alrededor, sujetando en alto la varita de Hermione, y vio el lugar; una roca plana que yacía a la sombra de un sicomoro.

-Vamos -dijo, y abrió el camino, limpiando la nieve de la superficie de la roca, y extendiendo la mano pidiendo el Horrocrux. Cuando Ron ofreció la espada, sin embargo, Harry sacudió la cabeza.

-No, debes hacerlo tú.

-¿Yo? -dijo Ron, sorprendido-. ¿Por qué?

-Porque tú sacaste la espada de la charca, creo que se supone que debes ser tú.

No estaba siendo para nada amable o generoso. Tan indudablemente como había sabido que la cierva era benigna, sabía que tenía que ser Ron quien esgrimiera la espada.

Dumbledore le había enseñado al menos algo sobre cierto tipo de magia, y el incalculable poder de ciertos actos.

-Lo voy a abrir -dijo Harry- y tú lo golpeas. Directamente, ¿vale? Por si lo que sea que haya dentro ofrece resistencia. El pedazo de Riddle del diario intentó matarme.

-¿Cómo vas a abrirlo? -preguntó Ron. Parecía aterrado.

-Voy a pedirle que se abra, en parsel -dijo Harry. La respuesta llegó tan fácilmente a sus labios que pensó que en el fondo siempre lo había sabido. Quizás había sido su reciente encuentro con Nagini lo que le había hecho comprenderlo. Miró a la serpentina S dibujada con brillantes piedras. Era fácil visualizarla como una minúscula serpiente, enroscada sobre la fría piedra.

-¡No! -dijo Ron. -¡No lo abras! ¡Lo digo en serio!

-¿Por qué no? -preguntó Harry-. Librémonos de esta maldita cosa, hace meses...

-No puedo, Harry, en serio... hazlo tú.

-¿Pero por qué?

-¡Porque esa cosa es mala para mí! -dijo Ron, retrocediendo lejos del guardapelo tendido sobre la roca-. ¡No puedo con ello! No es una excusa, Harry, ya me gustaría, pero a mi me afecta más que a ti y a Hermione, me hizo pensar cosas... cosas que yo ya estaba pensando de todos modos, pero las hizo peor. No puedo explicarlo, y entonces me fui y volví a pensar con claridad, y entonces vas tú y me pones esa cosa asquerosa delante... ¡no puedo hacerlo, Harry!

Se había alejado, con la espada colgando a su costado, sacudiendo la cabeza.

-Puedes -dijo Harry, -¡puedes! Solo tienes que coger la espada, sé que se supone que tienes que ser tú quien la utilice. Por favor, librémonos de él, Ron.

El sonido de su nombre pareció actuar como un estimulante. Ron tragó, después, todavía respirando con dificultad a través de su larga nariz, volvió hasta la roca.

-Dime cuando -graznó.

-A la de tres -dijo Harry, volviendo a mirar al guardapelo y entrecerrando los ojos, concentrándose en la letra S, imaginando una serpiente, mientras el contenido del guardapelo se retorcía como un gallo de pelea atrapado. Habría sido fácil compadecerlo, solo que el corte del cuello de Harry todavía ardía.

-Uno... dos... tres... ábrete.

La última palabra llegó en forma de un siseo y un gruñido y las puertas doradas del guardapelo se abrieron con un pequeño chasquido.

Tras las dos ventanas de cristal de dentro parpadeaban unos ojos vivos, oscuros y hermosos como habían sido los ojos de Tom Riddle antes de volverse escarlatas y de pupilas como rajas.

-Golpea -dijo Harry, sujetando el guardapelo firme en la roca.

Ron alzó la espada entre sus manos temblorosas. Surgió un punto sobre los ojos que saltaban de un lado a otro, y Harry agarró el guardapelo firmemente, endureciéndose a sí mismo, ya imaginando sangre manando de las ventanas vacías.

Entonces una voz siseó desde el Horrocrux.

-He visto tu corazón, y es mío.

-¡No le escuches! -dijo Harry ásperamente- ¡Golpea!

-He visto tus sueños, Ronald Weasley, y he visto tus miedos. Todo lo que deseas es posible, pero todo lo que temes también es posible...

-¡Golpea! -gritó Harry, su voz resonó entre los árboles circundantes, la espada temblaba, y Ron miraba fijamente a los ojos de Riddle.

-Siempre menos amado, por la madre que anhelaba una hija... Menos amado ahora, por la chica que prefiere a tu amigo... El segundo mejor, siempre eternamente a la sombra...

-¡Ron, golpea ya! -gritó Harry a voz en cuello. Podía sentir al guardapelo estremeciéndose en su apretón y le asustó lo que se avecinaba. Ron alzó la espada más alto, y cuando lo hizo, los ojos de Riddle se volvieron escarlata.

Saliendo de las dos ventanas del guardapelo, saliendo de los ojos, habían florecido como dos grotescas burbujas, las cabezas de Harry y Hermione, extrañamante distorsionadas.

Ron chilló por la sorpresa y retrocedió mientras las figuras surgían del guardapelo, sus pechos, sus cinturas, sus piernas, hasta que estuvieron de pie en el guardapelo, lado a lado como árboles con una raiz común, balanceándose sobre Ron y el auténtico Harry, que apartó los dedos del guardapelo como si quemara, repentimente al rojo vivo.

-¡Ron! -gritó, pero el Harry-Riddle estaba ahora hablando con la voz de Voldemort y Ron le miraba fijamente, hipnotizado, a la cara.

-¿Por qué volviste? Estabamos mejor sin tí, más felices sin ti, nos alegraba tu ausencia... Nos reíamos de tu estupidez, de tu cobardía, de tu presunción...

-¡Presunción! -repitió el Riddle-Hermione, que era más guapa aunque más terrible que la auténtica Hermione. Se bamboleaba, cacareando, ante Ron, que parecía horrorizado, aunque transfigurado, la espada colgaba inútilmente a su costado-. ¿Quién podría mirarte a ti, quien te miraría nunca, estando junto a Harry Potter? ¿Qué has hecho tú, comparado con el Elegido? ¿Qué eres tú comparado con el Chico que Vivió?

-¡Ron, golpea, GOLPEA! -chilló Harry, pero Ron no se movía. Sus ojos estaba abiertos de par en par y el Riddle-Harry y la Riddle-Hermione estaban reflejados en ellos, sus cabellos se arremolinaban en llamas, sus ojos brillaban rojos, sus voces se elevaban en un dueto maléfico.

-Tu madre confesó -dijo con desprecio el Riddle-Harry, mientras la Riddle-Hermione se burlaba- que me habría preferido a mí como hijo, que se habría alegrado de intercambiar...

-¿Quién no le preferiría a él, qué mujer te aceptaría, no eres nada, nada, nada comparado con él -graznó la Riddle-Hermione, y se estiró como una serpiente y se entrelazó alrededor del Riddle-Harry, envolviéndole en un estrecho abrazo. Los labios de ambos se encontraron.

Sobre el suelo ante ellos, la cara de Ron estaba llena de angustia. Alzó la espada en alto, sus brazos temblaban.

-¡Hazlo, Ron! -gritó Harry.

Ron le miró, y Harry creyó ver un rastro de escarlata en sus ojos.

-¿Ron...?

La espada centelleó, cayó. Harry se lanzó fuera de su camino, se oyó un chasquido de metal y un largo, interminable grito. Harry se dio la vuelta, resbalando en la nieve, con la varita en alto para defenderse, pero no había nada contra lo que luchar.

Las versiones mostruosas de sí mismo y Hermione habían desaparecido. Solo estaba Ron, allí de pie con la espada laxa en la mano, mirado a los restos esparcidos del guardapelo sobre la roca plana.

Lentamente, Harry se acercó a él, sin saber apenas qué decir o hacer. Ron estaba respirando con dificultad. Sus ojos ya no eran rojos, sino de su azul normal, también estaban húmedos.

Harry se agachó, fingiendo no haberlo visto, y recogió el Horrocrux roto. Ron había perforado el cristal de ambas ventanas. Los ojos de Riddle habían desaparecido, y el forro de seda manchado del guardapelo humeaba ligeramente. La cosa que había habitado en el Horrocrux se había desvanecido; torturar a Ron había sido su acto final. Las espada produjo un sonido metálico cuando Ron la dejó caer. Había caído de rodillas, con la cabeza entre las manos. Estaba temblando, pero no de frío, comprendió Harry. Harry se metió el guardapelo roto en el bolsillo, arrodillándose junto a Ron, y colocando una mano cautelosamente en su hombro. Se tomó como una buena señal que Ron no se la apartara de un manotazo.

-Después de que te marcharas -dijo en voz baja, agradeciendo el hecho de que la cara de Ron estuviera oculta- lloró durante una semana. Probablemente más, solo que no quería que yo lo viera. La mayoría de las noches ni siquiera nos hablábamos el uno al otro. Como te habías ido...

No pudo terminar, ahora que Ron estaba aquí de nuevo Harry comprendió lo mucho que su ausencia les había pesado.

-Ella es como una hermana -siguió-. La quiero como a una hermana y apuesto a que ella siento lo mismo por mí. Siempre ha sido así. Creí que lo sabías.

Ron no respondió, pero apartó la cara de Harry y se limpió la nariz ruidosamente en la manga. Harry se puso de nuevo en pie y se acercó a donde yacía la enorme mochila de Ron, descartada por Ron mientras corría hacia la charca para salvar a Harry de ahogarse. Se la colgó a su propia espalda y volvió hasta Ron, que removía los pies mientras Harry se aproximaba, con los ojos rojos pero por lo demás compuesto.

-Lo siento -dijo con una voz ronca-. Siento haberme marchado. Sabía que era un... un...

Miró alrededor, hacia la oscuridad, como si esperara que una palabra lo suficientemente mala se abalanzase sobre él y le reclamara.

-Ya has tenido suficiente por esta noche -dijo Harry-. Conseguir la espada. Terminar con el Horrocrux. Salvarme la vida.

-Eso hace que suene más guay de lo que fue -murmuró Ron.

-Esas cosas siempre suenan más guays de lo que son en realidad -dijo Harry-. He estado intentando decírtelo durante años.

Simultáneamente se adelantaron y se abrazaron, Harry aferró la espalda de la chaqueta todavía empapada de Ron.

-Y ahora -dijo Harry cuando se apartaron- todo lo que tenemos que hacer es volver a encontrar la tienda.

Pero no fue dificil. Aunque la caminata a través del bosque oscuro con la cierva había parecido larga, con Ron a su lado, el viaje de vuelta pareció llevar sorprendemente muy poco tiempo. Harry no podía esperar a despertar a Hermione, y fue con apresurada excitación que entró a la tienda, con Ron un poco rezagado tras él.

Resultaba gloriosamente cálida después de la charca y el bosque, la única iluminación era la de las llamas azules que todavía brillaban en un cuenco en el suelo. Hermione estaba bien dormida, acurrucada sobre sus mantas, y no se movió hasta que Harry pronunció su nombre varias veces.

-¡Hermione!

Se movió, después se sentó rápidamente, apartándose el pelo de la cara.

-¿Qué pasa? ¿Harry? ¿Estás bien?

-Bien, todo va bien. Más que bien, estoy genial. Hay alguien aquí.

-¿Qué quieres decir? ¿Quién...?

Vio a Ron, que estaba de pie sujetando la espada y goteando sobre la raída alfombra. Harry retrocedió hasta una esquina oscura, soltando la mochila de Ron, e intentando fundirse con la lona.

Hermione bajó de su litera y se movió como una sonámbula hacia Ron, con los ojos en la cara pálida de él. Se detuvo justo delante de él, con los labios ligeramente separados y los ojos abiertos de par en par. Ron lanzó una débil y esperanzada sonrisa y medio alzó los brazos.

Hermione se lanzó a sí misma hacia delante y empezó a dar puñetazos a cada centímetro de él que pudo alcanzar.

-Ouch... ow... ¡basta! ¿Pero qué...? Hermione... ¡OW!

-¡Tú... completo... estúpido... Ronald... Weasley!

Puntualizaba cada palabra con un golpe. Ron retrocedió, protegiéndose la cabeza mientras Hermione avanzaba.

-Te... arrastras... hasta... aqui... después... de... semanas... y... semanas... oh, ¿dónde está mi varita?

-¡Protego!

Un escudo invisible se irguió entre Ron y Hermione. La fuerza del mismo la derribó hacia atrás sobre el suelo. Escupiendo el pelo de la boca, se levantó de nuevo de un salto.

-¡Hemione! -dijo Harry-. Cálma...

-¡No pienso calmarme! -gritó ella. Nunca antes la había visto perder el control así; parecía un poco loca-. ¡Devuélveme mi varita! ¡Devuélvemela!

-Hermione, si quieres...

-¡No me digas lo que debo hacer, Harry Potter! -chilló-. ¡No te atrevas! ¡Devuélvemela ahora! ¡Y TÚ!

Estaba señalando a Ron en directa acusación. Sonó como una maldición, y Harry no culpó a Ron por retroceder varios pasos.

-¡Corrí detrás de ti! ¡Te llamé! Te supliqué que volvieras.

-Lo sé -dijo Ron-. Hermione, lo siento, de verdad...

-¡Oh, lo sientes!

Soltó una risa aguda, que sonó fuera de control. Ron miró a Harry buscando ayuda, pero Harry simplemente le hizo una mueca impotente.

-¿Vuelves después de semanas... semanas... y crees que todo se arreglará diciendo simplemente lo siento?

-Bueno, ¿qué más puedo decir? -gritó Ron, y Harry se alegró de que Ron estuviera contraatacando.

-¡Oh, no sé! -chilló Hermione con feo sarcasmo-. Registra tu cerebro, Ron, eso solo debería llevarte un par de segundos...

-Hermione -intervino Harry, que consideró eso un golpe bajo-. acaba de salvarme la...

-¡No me importa! -gritó ella-. ¡No me importa lo que ha hecho! Semanas y semanas en las que podríamos haber muerto por lo que él sabía...

-¡Sabía que no estábais muertos! -bramó Ron, ahogando la voz de ella por primera voz y acercándose tanto como podía con el Encantamiento Escudo entre ellos-. Harry está todo el rato en El Profeta, en la radio, le están buscando por todas partes, hay todo tipo de rumores e historias alocadas. Sabía que lo oiría si estabais muertos, no sabes lo que ha sido...

-¿Lo que ha sido para ti?

Su voz era tan chillona que pronto sólo los murciélago podrían oírla, pero había alcanzado un nivel de indignación que la dejó temporalmente muda, y Ron aprovechó la ocasión.

-¡Quise volver en el minuto en que Desaparecí, pero me metí directamente en medio de una banda de Merodeadores, Hermione, y no pude ir a ninguna parte!

-¿Una banda de qué? -preguntó Harry, mientras Hermione se lanzaba sobre una silla con los brazos y las piernas cruzadas tan firmemente que parecía improbable que fuera a poder desenredarlos en varios años.

-Merodeadores -dijo Ron-. Están por todas partes... bandas intentando ganar oro persiguiendo a nacidos muggles y traidores de sangre, hay una recompensa desde el Ministerio por cualquiera capturado. Yo estaba solo, y parecía que pudiera tener edad escolar; estaban realmente excitados, creyeron que era un nacido muggle a la fuga. Tuve que hablar rápido para evitar que me arrastraran hasta el Ministerio.

-¿Qué les dijiste?

-Les dijo que era Stan Shunpike. La primera persona en quien pude pensar.

-¿Y se lo creyeron?

-No eran muy brillantes. Uno de ellos era definitivamente en parte trolll, olía como ellos...

Ron miró a Hermione, claramente esperando que se hubiera suavizado tras este pequeño lapsus de humor, pero la expresión de ella permaneció pétrea sobre sus extremidades altamente anudadas.

-De cualquier modo, empezaron a discutir sobre si yo era Stan o no. Fue un poco patético, para ser honesto; pero aún así había cinco de ellos y yo era solo uno, y ellos me habían quitado la varita. Entonces dos de ellos empezaron a pelear y mientras los otros estaban distraídos me las arreglé para golpear al que me sujetaba en el estómago, agarré mi varita, Desarmé al tipo que me sujetaba, y Desaparecí. No lo hice muy bien. Me escindí otra vez -Ron mantuvo en alto su mano derecha que mostraba dos uñas desaparecidas. Hermione alzó las cejas fríamente- y fui a parar a miles de millas de donde estábais. Para cuando conseguí volver a ese tramo de ribera donde habíamos estado... os habíais ido.

-Córcholis, que historia tan absorbente -dijo Hermione con el tono más agudo que adoptaba cuando quería herir-. Debes haber estado realmente aterrado. Mientras, nosotros fuimos al Valle de Godric y, pensemos, ¿qué ocurrió allí, Harry? Oh, si, la serpiente de Quien-Tu-Ya-Sabes apareció, casi nos mata a los dos, y entonces el mismo Quien-Tu-Ya-Sabes llegó y no nos pilló por cuestión de un segundo.

-¿Qué? -dijo Ron, boqueando de ella a Harry, pero Hermione le ignoró.

-¡Imagina, ha perdido dos uñas, Harry! Eso realmente pone nuestros sufrimientos en ridículo, ¿verdad?

-Hermione -dijo Harry calmadamente-. Ron acaba de salvarme la vida.

Ella fingió no haberle oído.

-Sin embargo hay una cosa que me gustaría saber -dijo, fijando los ojos en un punto sobre la cabeza de Ron-. ¿Cómo exactamente nos has encontrado esta noche? Eso es importante. Una vez lo sepamos, podremos asegurarnos de que no somos visitados por nadie más a quien no queramos ver.

Ron la miró fijamente, después sacó un pequeño objeto plateado del bolsillo de sus vaqueros.

-Con esto.

Hermione tuvo que mirar a Ron para ver lo que les estaba mostrando.

-¿El Desiluminador? -preguntó, tan sorprendida que se olvidó de mirarle fría y ferozmente.

-No solo apaga y enciende las luces -dijo Ron-. No sé como funciona o por qué ocurrió entonces ni ninguna otra vez, porque había estado deseando volver desde que me marché. Pero estaba escuchando la radio temprano en la mañana de Navidad y oí... te oí.

Estaba mirando a Hermione.

-¿Me oíste por la radio? -preguntó ella incrédulamente.

-No, te oí en mi bolsillo. Tu voz -Volvió a sostener en alto el Desiluminador- salía de esto.

-¿Y qué dije exactamente? -preguntó Hermione, su tono rondaba entre el exceptisismo y la curiosidad.

-Mi nombre, "Ron". Y dijiste... algo sobre una varita...

Hermione se volvió de un feroz tono escarlata. Harry recordó cuando había sido la primera vez que el nombre de Ron había sido pronunciado en voz alta desde el día en que se marchara. Hermione lo había mencionado cuando hablaban de reparar la varita de Harry.

-Así que lo cogí -siguió Ron, mirando al Desiluminador- y no parecía diferente ni nada, pero estaba seguro de haberte oído. Así que lo accioné. Y la luz se apagó en mi habitación, pero otra luz apareció justo fuera de la ventana.

Ron alzó su mano vacía y señaló delante de él, sus ojos estaban enfocados en algo que ni Harry ni Hermione podían ver.

-Era una bola de luz, una especie de luz pulsante, y azulada, como la luz que sale de un Traslador, ¿sabéis?

-Si -dijeron juntos automáticamente Harry y Hermione.

-Sabía que era esto -dijoRon-. Cogí mis cosas e hice el equipaje, después me puse la mochila y salí al jardín.

-La pequeña bola de luz estaba allí revoloteando, esperando por mí, cuando salí osciló y la seguí hasta detrás del cobertizo y entonces... buen, entró dentro de mí.

-¿Perdona? -dijo Harry, seguro de no haber oído bien.

-La cosa esa flotó hacia mí -dijo Ron, ilustrando el movimiento con su dedo índice libre- justo hasta mi pecho, y entonces... simplemente lo atravesó. Estaba ahí -Se tocó un punto cerca del corazón-. Podía sentirla, estaba caliente. Y una vez dentro de mí, supe lo que se suponía que tenía que hacer. Sabía que me llevaría a donde necesitaba ir. Así que me Desaparecí y llegué a la ladera de una colina. Había nieve por todas partes...

-Estábamos allí -dijo Harry-. Pasamos dos noches allí, ¡y la segunda noche la pasé pensando que podía oir a alguien moviéndose alrededor en la oscuridad y llamándome!

-Si, bueno, ese debía que ser yo -dijo Ron-. Vuestros hechizos protectores funcionan, por cierto, porque no podía veros ni oíros. Sin embargo estaba seguro de que estábais por ahí, así que al final cogí mi saco de dormir y esperé a que alguno de vosotros apareciera. Creí que os mostraríais cuando recogiérais la tienda

-En realidad no -dijo Hermione-. Desaparecimos bajo la Capa de Invisibilidad como precaución extra. Y nos marchamos realmente temprano, porque como Harry ha dicho, oíamos a alguien rondando por ahí.

-Bueno, yo me quedé en la colina todo el día -dijoRon-. Todavía esperaba que apareciérais. Pero cuando empezaba a oscurecer supe que os había perdido, así que accioné de nuevo el Desiluminador, salió la luz azul y volvió a entrar dentro de mí, y Desaparecí y llegué aquí, a este bosque. Todavía no podía veros, así que simplemente mantuve la esperanza de que uno de vosotros se mostrara al final... y Harry lo hizo. Bueno, vi a la cierva primero, obviamente.

-¿Que viste qué? -dijo Hermione agudamente.

Le explicaron lo que había ocurrido y cuando la historia de la cierva plateada y la espada en la charca se desplegó, Hermione frunció el ceño de uno al otro, concentrándose tanto que olvidó mantener las extremidades cruzadas.

-¡Pero debe haber sido un Patronus! -dijo-. ¿No pudísteis ver a quien lo lanzó? ¿No visteis a nadie? ¡Y te entregó la espada! ¡No puedo creerme esto! ¿Después que ocurrió?

Ron explicó como había visto a Harry saltar a la charca, y había esperado a que volviera a salir a la superficie; como había comprendido que algo iba mal, se había sumergido, y había salvado a Harry, para después volver a por la espada. Pero cuando llegó a la apertura del guardapelo, dudó, y Harry le interrumpió.

-... y Ron lo golpeó con la espada.

-¿Y.. y después? ¿Simplemente eso? -susurró ella.

-Bueno,... gritó -dijo Harry con una mirada de reojo a Ron-. Aquí está.

Le tiró el guardapelo en el regazo. Ella lo recogió cautelosamente y examinó sus ventanas rotas.

Decidiendo que al fin era seguro hacerlo, Harry levantó el Encantamiento Escudo con un ondeo de la varita de Hermione y se giró hacia Ron.

-¿Acabas de decir que conseguiste escapar de los Merodeadores con una varita de repuesto?

-¿Qué? -dijo Ron, que había estado observando como Hermione examinaba el guardapelo-. Oh... oh, si.

Abrió una hebilla de su mochilla y sacó una varita corta y oscura del bolsillo-. Aquí esta, me figuré que siempre sería útil tener una de repuesto.

-Tenías razón -dijo Harry, extendiendo la mano-. La mía se rompió.

-¿Estás bromeando? -dijo Ron, pero en ese momento Hermione se puso en pie, y él pareció de nuevo aprensivo.

Hermione colocó el Horrocrux roto en su bolso de cuentas, después volvió a subir a su cama y se acostó sin otra palabra.

Ron pasó a Harry la nueva varita.

-Es lo mejor que puedes esperar, creo -murmuró Harry.

-Si -dijo Ron-. Podría haber sido peor. ¿Recuerdas aquellos pájaros que me azuzó?

-Todavía no lo he descartado -les llegó la voz amortiguada de Hermione desde debajo de sus mantas, pero Harry vio que Ron sonreía ligeramente mientras sacaba su pijama marrón de la mochila.
Leer el Capitulo

sábado, julio 21, 2007

Harry Potter y las reliquias de la muerte


Juro Solemnemente que mis Intenciones no son Buenas...
Lumos!!!

-------------
La dedicatoria de este libro
se divide en siete:

para Neil,
para Jessica,
para David,
para Kenzie,
para Di,
para Anne,

y para ti.
si te has quedado
junto a Harry
hasta el mismo
final.

-----------------------------

Oh, la tormenta engendrada a la carrera, el grito agudo de la muerte y el golpe que alcanza la vena, la hermita que nadie puede derribar, la culpa, la maldición que ningún hombre puede soportar. Pero hay una cura en su casa,Y no fuera de ella, nono de ningún otro excepto de ellos.su binody strife. Os cantamos, dioses oscuros bajo la tierra. Ahora oid, vosotros extasiados poderes subterráneosresponded a la llamada, enviad ayuda.Bendecid a los niños, dadles el triunfo ahora.Aeschylus, The Libation BearerLa muerte atraviesa el mundo, como los amigos los mares; viven en otro presente, ese amor y vida que es omnipresente. En este divino cristal, miran cara a cara; y su conversación es libre, al igual que pura. Este es el consuelo de los amigos, que puede que se diga que han muerto, pero para sus amistades y para la sociedad están, en el mejor de los sentidos, siempre presentes, porque son inmortales.

William Penn, More Fruits of Solitude.

Leer el Capitulo